Hay que empezar por el principio. Pero, no es tan fácil: ¿dónde se encuentra el principio? ¿Dónde encontramos el principio de la memoria humana?
¿Empezamos con la invención de la escritura hace más de 5 milenios? Pero, ¿qué es la escritura?… Se puede escribir de diferentes maneras más allá de los signos y sus significados. Los egipcios escribían empleando símbolos pictográficos e ideográficos, al igual que los mayas. Y el tipo de escritura que utilizaban nuestras culturas Chavín y Moche en la piedra, en la cerámica y en los muros de barro también son una forma de escritura. Esa escritura nos cuenta cómo vivían, cómo se vestían, qué les interesaba y tantas cosas más. Al igual que las construcciones antiguas, estas edificaciones materiales nos cuentan muchas cosas. Entonces, ¿nos olvidamos de la escritura y empezamos con la civilización humana?
Pero, ¿qué diablos es civilización? Civilización de acuerdo a la RAE significa: «Estadío cultural propio de las sociedades humanas más avanzadas por el nivel de su ciencia, artes, ideas y costumbres». Civilizar, de la misma referencia, es: «Mejorar el comportamiento y comportamiento de personas y grupos sociales». Si eso es civilización, ¿dónde tenemos una sociedad civilizada? ¿Qué sociedad tiene el mejor comportamiento? ¿EEUU, China, Francia, Japón? ¿Dónde encontramos ese comportamiento avanzado y mejorado?
Tal vez debamos empezar antes, antes de las ‘civilizaciones’ hace más de 12,000 años, con la aparición de las pinturas rupestres en Altamira/España y Guitarrero/Perú, por ejemplo. Son otra forma de escritura, fuera de la ‘civilización’, cuando la agricultura aún no existía y nos dedicábamos a cazar y recoger.
Aún así, los arqueólogos nos han demostrado que también los restos de humanos de hace 200,000 años nos cuentan historias sobre como vivían, de qué se alimentaban, qué herramientas utilizaban, entre otras cosas. Entonces, ¿el principio se encuentra con el surgimiento del homo sapiens sapiens en el Paleolítico Medio?
No, al parecer también nuestros antepasados han dejando su historia: el austrolopithecus africanus de hace 3 millones años o el homo erectus de hace 2 millones de años. Podemos saber que hacían.
¿Dónde diablos entonces empieza la historia de la humanidad? Si asumimos que las especies anteriores al hombre moderno se comunicaban, entonces, ¿debemos empezar con el inicio del lenguaje? Y aquí también nos podemos perder porque: ¿qué es comunicarse? ¿qué es lenguaje? ¿Somos la única familia de especies que se comunica? Y si es así, ¿no estaríamos negando que las ballenas, los delfines, los gatos, los perros y otros animales se comunican? Estos también tienen su lenguaje con el cual se comunican.
Podríamos empezar como en unos de los libros más leídos en el mundo occidental [dicen]: La Biblia. Juan comienza su evangelio con la siguiente oración: «En el principio era el Verbo» (Juan 1:1). Pero ya antes, el Génesis comienza con la siguiente oración: «En el principio Diós creo…» (Génesis 1:1). No queremos jugar a Dios, aunque literariamente lo podemos hacer, asi que empecemos mejor por cualquier lugar, por ejemplo: empecemos con nuestro queridisimo amigo Goya.
Francisco de Goya y Lucientes nació en Zaragoza/España el 30 de marzo de 1746 y nos abandonó en Burdeos/Francia el 15 de abril de 1848. A la edad de 13 años en 1759, entró en la Academia de Dibujo de Zaragoza y a partir de ahí, el resto es historia y hoy en día se le conoce como pintor y grabador.
A fines del siglo XVIII, empieza a trabajar temas de brujería, misterio, brujería y crueldad. Pero para no hacer larga describiendo su vida y obra, vayamos hacia un momento crucial de la historia del mundo y de España: los ejércitos napoleónicos entran a España. Y el 18 de marzo de 1808 ocurre el motín de Aranjuez y, luego, el 2 de mayo del mismo año, ocurre el levantamiento popular en Madrid en donde caudillos espontáneos liderando partidas de barrio armadas con navajas se enfrentaron con por lo menos 30,000 soldados franceses. Los mamelucos y lanceros napoleónicos degollaron, el pueblo madrileño acuchilló. La mayor parte de las víctimas fue del lado español: del pueblo, de gente de a pie.
El Tres de mayo de 1808 en Madrid: los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío, de Francisco de Goya y Lucientes. Óleo sobre lienzo, 268m x 347cm, 1814. Museo del Prado, Madrid, España.
En la película del director español Luis Buñuel ‘El Fantasma de la Libertad’ se representa este cuadro de Goya arriba. Los madrileños detenidos por los franceses son fusilados por el ejército napoleónico. Y antes de morir, en la película, uno de los madrileños levanta los brazos y grita: «¡Vivan las cadenas!», tal vez expresando su preferencia por la monarquía española en lugar de la libertad, fraternidad e igualdad que los franceses se encontraban imponiendo por toda Europa.
Sobre la libertad, Buñuel (España 1900, México 1983) dijo: «No eres libre como imaginas. Tu libertad no es más que un fantasma que va por el mundo con un manto de niebla. Cuando tratas de asirla se te escapa sin dejarte más que un rastro de humedad en las manos».
¿La libertad un fantasma?… ¿Cómo es eso? ¿Cómo debemos interpretar su frase?
Volvamos a Goya. Luego de pintar el cuadro anterior, El Tres de Mayo de 1808, que completó en 1814, nuestro amigo empieza cinco años después la serie de catorce cuadros conocida como las Pinturas Negras. Estas fueron pintadas al oléo sobre los muros de su casa, conocida como la Quinta del Sordo [en 1873 estas pinturas se trasladaron a lienzo y ahora se pueden ver en el Museo del Prado]. Uno de los cuadros emblemáticos de la serie es el siguiente:
Saturno devorando a su hijo, de Francisco de Goya y Lucientes. Óleo sobre lienzo, 146m x 83cm, 1819-1823. Museo del Prado, Madrid, España.
Es una gran paradoja que una obra como esta se haya trabajado en la ‘Quinta del Sordo’. Dicen que cuando Goya compró la casa ya tenía ese nombre. La quinta del sordo: el lugar del que no quiere oir, del que no quiere que le recuerden, del que quiere sufrir de amnesia, del que no quiere tener memoria.
En el cuadro arriba vemos a Cronos [los romanos lo llamaban Saturno] devorando a uno de sus hijos. Cronos -líder de los titanes y personificación del tiempo- fue hijo de Urano, dios del cielo, y Gaia, diosa de la tierra. Cuenta el mito que Cronos, ayudado por Gaia, derrocó a su padre cortándole el miembro, y mientras agonizaba, Urano profetizó que Cronos -ahora dueño de la Tierra- repetiría la historia de su padre, y que uno de sus hijos lo derrocaría haciéndose nuevo dueño del mundo.
Cuando Rea, la esposa de Cronos, dió a luz a los hijos de este, el titán se los comió sin pensarlo dos veces. Fue devorada toda la recién nacida generación de dioses olímpicos: Poseidón, Hades, Deméter, Hestia y Hera. Todos a excepción de uno: Zeús, a quien Rea protegió. En lugar de darle a Cronos el nuevo hijo para que este lo devorara, esta le entregó una piedra envuelta en una manta. Zeus luego creció sin el conocimiento de su padre, y cuando estuvo listo para hacerlo, cumplió la profecía, derrocó a su padre y con una poción mágica hizo que Cronos vomitara a todos sus hermanos. Lo que siguió en el mito es ya otra historia, que entre otras cosas, tal cual la profecía predijo, Zeús se hizo dueño de la tierra.
Regresemos a Goya. En su cuadro, Saturno aparece devorando ferozmente a unos de sus hijos. Vemos a Saturno [Cronos, de acuerdo a los griegos] con los ojos enloquecidos. Lo que empezó con miedo de perder el poder terminó en locura. La oscuridad alrededor de Cronos en el cuadro representa la falta de luz, la falta de razón, la falta de memoria. Ante la falta de luz, de memoria, tenemos la amnesia, y volvemos a repetir la historia. Profecía cumplida.
Genial nuestro querido amigo Goya al pintar este cuadro, ¿no?
Los eventos de 1808, los fusilamientos contra el pueblo madrileño perpetrados por los ejércitos napoleónicos, marcaron profundamente a Goya. ¿Cómo es posible que una fuerza que representara la libertad, la igualdad y la fraternidad fuera capaz de semejante barbarie? Los franceses se olvidaron de las razones de la revolución de 1789: perdieron la razón, perdieron la memoria. Y repitieron la historia: los revolucionarios franceses del pueblo lucharon contra la opresión de la monarquía francesa, y años después fueron ellos mismos los opresores del pueblo español.
¿Es esto lo que pensaba Goya cuando pintó sus cuadros? No lo sabremos. Pero si sabemos lo que pensó y escribió Buñuel [de nuevo]: «No eres libre como imaginas. Tu libertad no es más que un fantasma que va por el mundo con un manto de niebla. Cuando tratas de asirla se te escapa sin dejarte más que un rastro de humedad en las manos».
Nuestra libertad es un fantasma. No somos tan libres como creemos. Debajo de la libertad que tenemos hay fantasmas, fantasmas que no queremos ver, que no queremos recordar. Los fantasmas de los muertos que aún no descansan en paz. Sobre ellos descansa tu libertad. Y mientras no los recuerdes, mientras no los traigas todos al presente, no serás libre porque estarás condenado a repetir la historia.
Si tratas de asir esa libertad que crees tener, se te escapará de las manos dejándote un rastro de humedad en las manos y otro rastro en los ojos, y esta humedad se transformará en lágrimas por las muertes causadas por la loca civilización humana en busca de mayor libertad.
Si no nos acordamos que fuimos malos alguna vez, creeremos que sólo somos capaces únicamente de cosas buenas. Y continuaremos siendo víctimas de nosotros mismos. Seremos víctimas y victimarios, repitiendo nuestra maldad, demencialmente. Devoraremos nuestros hijos. Devoraremos al pueblo. A los inocentes. Perdiendo nuestro pasado, perderemos la razón nuevamente. No seremos libres de volver a repetir la historia.
Por eso hay que recordar a todas las víctimas, en especial a los inocentes, hay que traerlos a la memoria, hay que excavar profundamente y sacar todos los cuerpos apilados sin tumbas. Será terrible, pero si no vamos a las sombras, a la oscuridad de la civilización humana, poniendo el dedo en las heridas que aún no han cerrado, duela lo que duela, cueste lo que cueste, jamás saldremos del otro lado, a la luz.
Y con esa luz de la historia iluminando nuestro futuro, habrá oportunidad para realmente evolucionar como civilización humana. Tal vez lleguemos a un punto en que no será necesario matar vidas humanas para lograr mayor justicia en el mundo.
Y esta tarea oscura de los profanadores de tumbas es algo muy delicado, sólo los más fuertes y serenos podrán hacerlo. El camino es hacia abajo, hacia el infierno, como lo hizo Dante. Y al final de ese camino terrible, seguiremos por el purgatorio -para purgar los pecados- y luego terminaremos en el paraíso – ya obtenida la redención-.
Es un camino terrible por el que hay que descender, nos podemos quedar ahí para siempre, anhelando venganza y sintiendo odio por los pecados cometidos hacia inocentes. Por eso mismo, la única manera de desenterrar a los muertos es haciéndolo con amor, odiando el pecado pero amando al pecador, como dice nuestro otro gran amigo Gandhi. Y habrán muchas lágrimas, mucha desazón, mucho dolor.
Tiene que hacerse con amor, porque los deseos de odio y venganza saldrán violentamente si no se tiene cuidado con esta difícil tarea de desenterrar a los muertos. Podemos perder la esperanza y el optimismo en el futuro de la humanidad.
Una gran amiga nuestra, Sylvia Plath (Boston 1932, Londres 1963), al vivir poéticamente la memoria del Holocausto Judío del siglo pasado, perdió la esperanza.
En su diario en 1957 escribió: «El no ser perfecta, me hiere». Pues si, los seres humanos no somos perfectos, estamos sujetos a obrar con bondad tanto como con maldad. En su último libro, ‘Ariel‘, compuso tres poesías, las llamadas del Holocausto: Lady Lazarus, Daddy y Mary’s Song.
A su madre le escribió: «No me hables de que el mundo necesita cosas alegres. Una persona salida de Belsen [campo de concentración Nazi], salida física o psicológicamente, no necesita a nadie diciéndole que los pajaritos son bonitos y melodiosos, lo que necesita es saber que hay gente que comprende lo que significa estar ahí abajo y haber visto lo más oscuro [nuestra imperfección]… sentir lo que es estar ahí en el fondo».
En su poemario Ariel, escribió Daddy:
Una máquina, era una máquina
Insultándome como a una judía.
Otro judío a Dachau, Auschwitz, Belsen.
Como judía empecé a hablar
Y pienso que muy bien judía puedo ser.
[An engine, an engine
Chuffing me off like a Jew.
A Jew to Dachau, Auschwitz, Belsen.
I began to talk like a Jew.
I think I may well be a Jew.]
Sylvia, una chica americana de 30 años, sin ser judía, sin haber estado en Belsen, era paradójicamente una judía salida de los campos de concentración. Comprendía emocional y psicológicamente lo que era estar allí y ver, el horror, la imperfección del ser humano.
En el segundo poema holocáustico, Lady Lazarus [Dama Lázaro, la que se levanta después de la muerte] escribió:
Una barra de jabón,
Una alianza de bodas.
Un empaste de oro.
[A cake of soap,
A wedding ring,
A gold filling.]
La barra de jabón hecha de cuerpos humanos aniquilados, el anillo de matrimonio recogido en el momento de la fría selección y el relleno de oro en el diente extirpado con un alicate de la forma más violenta.
En este mismo Lady Lazarus, pero en una versión anterior a la publicada postumamente [¿censura?], nuestra querida Sylvia escribió:
Estas son mis manos
Mis rodillas.
Soy tal vez huesos y pellejo,
Soy tal vez un japonés.
[These are my hands
My knees.
I may be skin and bone,
I may be Japanese.]
El último verso es el que no fue publicado en la primera versión del poemario. Ese verso nos recuerda a Hiroshima y Nagasaki, a esas víctimas inocentes de la bomba atómica, nos recuerda a esas personas que se encontraban viviendo su día a día cuando de pronto explotó la bomba. Y sólo quedaron las huellas de sus manos, las rodillas, huesos y pellejos. Sylvia también era una víctima de la bomba, una japonesa.
Al Alvarez [poeta y crítico, amigo de la poeta] le preguntó a Sylvia luego de leer la primera versión del poema: «¿Por qué japonés? ¿Es que sólo necesitas la rima? ¿O estás tratando de subir fácilmente al carro de la polémica al meter a las víctimas atómicas en el poema? Si vas a usar este tipo de material violento, debes tener mucho cuidado…».
Sylvia Plath escribió su último poemario, el de los poemas del holocausto, entre septiembre y diciembre de 1962. Menos de dos meses después, el 16 de febrero de 1963, Sylvia tomó un frasco de pastillas para inmediatamente después meter la cabeza en el horno de su cocina e inhalar gas letal.
Perdió la esperanza luego de descender profundamente a los infiernos.
El descenso a los infiernos es una tarea muy dificil. No sólo debemos tener cuidado de perdernos en el odio y los deseos de venganza, sino también debemos tener cuidado de no perdernos en la desesperanza y el pesimismo.
Por eso es importante ser valientes al recordar el pasado, debemos aceptar nuestros pecados y no enterrarlos sin ningún tipo de lápida que nos haga recordarlos. Una lápida que nos haga recordar el horror pasado, tenerlo presente, porque sino recordamos de lo que somos capaces, volveremos a repetir la historia. Estaremos y seguiremos condenados.
Hay que ser valientes para mirarnos al espejo -como individuos, sociedades y humanidad- y no sólo la grandeza de la humanidad [todo lo que gira alrededor del amor], sino ver también los horrores del ser humano [nuestros pequeños y grandes holocaustos].
La memoria es nuestro espejo, con ella recordamos lo que hemos hecho y lo que no hemos hecho, y por eso mismo, podemos saber lo que debemos hacer. Tendremos lugar para la redención. Para tomar acción y salvarnos de nosotros mismos.
Si sufrimos de amnesia histórica y personal, volveremos a cometer los mismos errores de nuestro pasado y de nuestros antepasados.
Hay que recordar muchas cosas. Aún hay fantasmas acosándonos en muchísimos lugares: Hiroshima y Nagasaki son crímenes contra la humanidad también, el colonialismo Europeo es también un crímen contra la humanidad, el post-colonialismo empresarial, la Guerra Sucia en Argentina, la guerra interna en Perú, también tenemos fantasmas en Gaza, Camboya, Vietnam, Afganistán, Iraq, Guatemala, Sarajevo, el 9/11… y tantos otros sitios y momentos más.
No hay culturas diferentes, sólo hay una: la humana. Nos vestimos diferente, hablamos diferentes idiomas, nos comportamos de diferente manera, creemos en diferentes cosas, y más, pero también nos reímos, nos alegramos, nos enamoramos, nos enfadámos, y sufrimos. En ese sentido, todos podemos ser judíos, japoneses, mayas, israelitas, palestinos, andinos, madrileños, chilenos, argentinos, neoyorkinos, africanos, rusos, chinos. Todos podemos sufrir y hacer sufrir. Todos somos víctimas, todos somos victimarios. Salvo los inocentes claro.
Y no sólo podemos hacernos daño a nosotros mismos como humanidad, también existe el agua, la flora, el aire, la tierra y las otras especies hermanas a las que les hemos hecho ya daño. Ya eliminamos al homo neanderthalensis entre otras muchas especies más, y continuamos haciéndolo.
Tenemos que traer de nuestro subconciente lo que no queremos recordar, por más que nos duela, por más que no quieran, porque si no traemos todo, volveremos a repetir lo que queremos olvidar, nuestro horror.
No habrá evolución de la humanidad, no habrá esperanza, estaremos condenados al igual que los revolucionarios franceses, al igual que los americanos, al igual que Cronos, al igual que el homo sapiens sapiens, ese animal tonto que no quiere espejos que reflejen lo que realmente es, ese animal narciso que sólo quiere espejos transparentes, ese animal suicida condenado a repetir la historia.
Y habrá un momento en que ya no habrá lugar para la redención porque llegaremos a eliminar las condiciones de vida en nuestro Planeta. ¡Tontos, ciegos, sordos, mudos y narcisos seres humanos!
Hay que construir memoriales, museos, estatuas, camposantos, y más, no es la primera vez que habremos recordado víctimas inocentes, podemos aprender a hacerlo de diferente manera. Tenemos nuestro lado mágico también como humanidad, somos horror, pero también somos amor, sólo eso nos debe quedar a la hora de mirarnos al espejo de la historia y quitarnos toda la ropa tangible e intangible.
No nos queda mucho, pero nos podría quedar tanto si queremos cambiar. Otro amigo, Martin Luther King (Atlanta 1929, Memphis 1968), nos dijo que aún si el día de mañana fuera el fin de la humanidad, hoy plantaría un árbol.
Terminaremos como empezamos, con nuestro amigo Goya, el grande.
El sueño de la razón produce monstruos, de Francisco de Goya y Lucientes. Grabado n.º 43 de serie Los Caprichos, 1799.
Quería agradecer a Mamita Banda quien me hizo recordar al amigo Goya hace un par de meses [en el 2004 en Madrid pude ver lo que ‘escribió’], a Fer por detonar con su correo sobre la Guerra Sucia en Argentina la necesidad de escribir sobre esto, a Alejandro Camino por la metáfora del ‘primate narciso a punto de caer suicidado en un hondo pozo de espejos transparentes‘, también a la Chica Yo-Yo por su inspiración constante y a Sylvia Plath, Francisco de Goya, Luis Buñuel y Martin Luther King.
Quiero dedicar este texto a los fantasmas de todos los continentes que aún no se les recuerda y a las personas que luchan por recordarlos para que no volvamos a repetir la historia. Este texto es una repetición de lo que se ha venido repitiendo desde el inicio de la escritura, en cualquier de sus formas.